La importancia de los mitos.
En estos tiempos en los que vivimos a prueba, hasta los mitos nos
fallan. Valga esta aseveración para mostrar mi desencanto hacia las
leyendas de nuevo cuño, sean producto de la mercadotecnia o del papel
couché. Esta sociedad en fusión es capaz de olvidar el sentido auténtico
de los mitos para plagar de sucedáneos el plano metafísico de la
realidad llevando la contraria a las tesis que sostienen que los mitos
afianzan nuestros valores morales y que son de importancia crucial, dado
el deterioro de la moralidad, que parece haber desaparecido
completamente en ciertas áreas.
Decía Rollo May que el mito como producto social ha surgido de muy
distintas fuentes, cargado de funciones, persistente en el tiempo pero
no inmune a él; es decir, su estructura permanece aunque cambie su
forma, y como todo producto social, adquiere su verdadera dimensión
cuando es referida a la sociedad en su conjunto.
Los medios de comunicación son la mayor fábrica de mitos y es posible
que los mitos posean un significado en su propia estructura, que
inconscientemente puede que represente elementos estructurales de la
propia sociedad en la que se originaron o actitudes típicas del
comportamiento de los propios creadores de los mitos. Pueden también
reflejar ciertas preocupaciones humanas específicas, que incluyen las
que las contradicciones entre los instintos, deseos y las inconmovibles
realidades de la naturaleza y la sociedad pueden producir.
Neo mitos, neo héroes, neo propaganda. En los nuevos idus de marzo
los augurios nos traen mitos que ya no educan sino que, deformando las
insatisfacciones, exigen adhesiones de renuncia al más puro estilo
replicante. Copiarles. Copiar es la estrategia; copiar hasta la manera
de mentir, aunque la cruda realidad nos venga a confirmar lo que nunca
convino sospechar: la mayoría son de cartón piedra; entonces, se nos
viene abajo, un poco más, el liviano sombrajo tan pacientemente
levantado creyendo que nos libraría de las tormentas y sin aliento,
levantamos uno nuevo, que se vuelve a derrumbar, y, así, mientras pasan
los días, nos acercamos al final de las escenas en esta película donde
fuimos reclutados como figurantes. Si en los tiempos originarios se
identifica a los mitos con grandes héroes o dioses, hoy solo encontramos
placebos para la cotidianeidad y exigencias que rigen nuestra vida,
consecuencias de nuestra endeblez o de la falta de prejuicios.
Es interesante postular de modo específico que el mito, en cuanto
relato oral, es una práctica discursiva sobre los acontecimientos
primigenios ocurridos en el principio de los tiempos, entre seres
sobrenaturales, y que dan cuenta de la cosmogonía, de la antropogonía y
del origen de algo en el mundo como los elementos naturales y los
pertenecientes a los derivados de la naturaleza humana. Estos son los
mitos que realmente me interesan y en los que aún puedo encontrar
refugio. Leyendas que me hablen de tipos insólitos o fabulosos, de seres
que me den la mano para cruzar al otro lado. En consecuencia, postulo
que el mito refleja en su conjunto poliédrico los diversos ámbitos de la
realidad del mundo, pero al mismo tiempo especula; es decir, los mitos
deben servirnos para pensar. Así, llegados hasta aquí, descubrimos que
nuestro imaginario tiene la llave del regreso. El camino hacia la
identidad, de la que surgen figuras como Mosén Bruno Fierro, el cura
contrabandista de Saravillo, grande en virtudes y en vicios; o Puchamán
de Lobarre, el pícaro chungón presente en todos los bautizos o en todos
los entierros; Mariano Bielsa “Chistavín”, el mejor andarín o corredor
pedestre de su época en España. Pero el mito que más me gusta es el del
“Bandido Cucaracha”, Mariano Gavín, al que siguieron cincuenta hombres
en sus cuitas por el desierto monegrino y que murió envenenado con un
vaso de vino. Nada hay de grandeza en sus hazañas, si acaso, meros actos
de bandolerismo, pero la épica de su vida lo convierte en un ser a
mitad camino entre el hambre y la desesperanza, que es, en definitiva,
la encrucijada de nuestros temores.
Aunque Lévi-Strauss conceda más valor a la contingencia, porque
plantea que el mito en la actualidad se ajusta a la infraestructura
tecno-económica, yo -¡qué quieren que les diga!- prefiero los mitos que
se cobijan bajo las mesas camilla en el ritual de una tarde de
invierno.
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